lunes, 19 de mayo de 2014

El sexismo en la primera infancia

La ropa, los juguetes, la decoración del cuarto... aún no ha nacido el bebé, pero si los papás conocen el sexo de su hijo (emplearemos el masculino como genérico), comienzan a elaborar diferentes expectativas según se trate de un niño o de una niña.


No ha nacido y ya lo están “educando”.



¿Somos conscientes de cómo influyen nuestras concepciones de lo que es un hombre y una mujer en la educación de nuestros hijos?

La primera socialización del niño se produce en el seno de la familia. Progresivamente van interviniendo otros agentes educativos o socializadores: como el colegio (profesores, amigos...), y los medios de comunicación (sobre todo la televisión).

Nos guste o no, es un hecho que, todavía hoy en día, se educa de manera diferente a niños y niñas en aspectos que no debieran establecer ninguna diferenciación: como por ejemplo en la expresión de los sentimientos. Y esta segregación comienza a producirse en la familia.

Todos atribuimos diferentes roles o expectativas de comportamiento a las personas en función de su sexo. De alguna manera esperamos que una persona se comporte “como hombre” o “como mujer”. Y culturalmente se ha aceptado que estas diferencias tienen una explicación natural o biológica.
Indudablemente, las diferencias existen: anatómicas, biológicas, en ciertas capacidades cognitivas y conductuales. Y algunas intervenciones educativas deben adaptarse a estas características diferenciadoras.

Durante los primeros tres años de vida los niños se muestran más activos que las niñas, y reciben por ello más estimulación física. Hasta los 8 años la maduración neurológica de las niñas es más rápida que la de los niños. Las niñas adquieren mayor autonomía y con más rapidez. Por ejemplo, el control de esfínteres suele alcanzarse más tempranamente en las niñas que en los niños. En general, a los niños se les toleran más conductas agresivas y violentas que a las niñas.
Pero, ¿hasta dónde llegan las diferencias “naturales” y hasta dónde las intervenciones socioeducativas? ¿Los niños son más agresivos por naturaleza, o aprenden a serlo y a identificarse con su propio género a través de las conductas violentas? Aunque no encontremos una respuesta satisfactoria y concluyente para estas cuestiones, es interesante que nos las planteemos, y que gracias a ellas analicemos cómo estamos educando a nuestros hijos.

Ya sabemos que padres y madres tratan de manera diferente a sus hijos en función del sexo, muchas veces “inconscientemente”. El primer paso es bien “sencillo”: estudiemos –conscientemente- nuestros comportamientos sexistas y cambiémoslos.

A las niñas se las acaricia y besa más que a los niños; con las niñas se realizan actividades más tranquilas, menos activas físicamente; a las niñas se las consuela más cuando lloran (porque “los niños no lloran”); a las niñas se las refuerza para mostrar sus sentimientos, para ser más “sensibles”.... ¿Y a los niños?
Si queremos que nuestr@ pequeñ@ reciba una educación no sexista debemos tener claro que la familia es el primer agente socializador, que a partir de unas determinadas edades compartirá su importancia con otros. Porque es fácil plantear y mantener criterios educativos no sexistas en casa, pero hay que tener en cuenta la “repercusión social” de este tipo de conductas para afrontar las dificultades que pueda afrontar nuestr@ hij@ fuera del ámbito familiar.



La televisión supone otro gran agente de socialización a través del cual los menores están expuestos a muy diversos modelos de género. Por eso es favorable que un adulto les acompañe y comente con ellos lo que están viendo – papeles que la publicidad o el cine atribuyen a hombres y mujeres; ofertas lúdicas diferenciadas para niños y niñas, etc. -.

El modelo de persona que será depende en gran medida de la forma en la que se haya construido su personalidad durante la infancia. 

Es posible que una de las claves de la educación no sexista se encuentre en la diversidad: todos podemos desempeñar cualquier actividad con independencia de nuestro sexo. Porque los estereotipos pueden cambiar en cualquier momento, debemos responder antes que nada a las necesidades y gustos de nuestr@
hij@, darle lo que le hace feliz, insistir en su carácter individual dejando a un lado su sexo; ya que enfocar sus preferencias según el género puede confundirlo y presionarle e incluso afectarnos a nosotros como padres. 

Que el sexo de tu hijo sea el eje central en que bases su educación es un error y una desventaja. Pensar en blanco y negro, rosa o azul no debe ser el patrón ya que lo más importante de todo es que el/la pequeñ@ sea feliz.
Fuente: http://eledyblog.blogspot.com.es/ & www.parabebes.com

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